"Observo con cierto estupor la polémica suscitada por la propuesta de la DGT de obligar a llevar casco a los ciclistas en las ciudades, igual que ya lo hacen en carretera. El único argumento en contra que me ha parecido convincente es el oído en algunas tertulias de que cada cual es muy libre de matarse como quiera. A partir de ahí, la obligatoriedad del casco en carretera y no en ciudad supondría asumir que el asfalto ciudadano o los bordillos de las aceras son blandos como la esponja, o si los motoristas lo llevan y los ciclistas no, habría que pensar que estos tienen el cráneo más duro. Ambas hipótesis son posibles, pero hay que demostrarlas. La coherencia de la tesis del no casco es muy pareja a la de que todo el mundo lleve el cinturón de seguridad y nadie discuta su utilidad para reducir los riesgos en los accidentes, menos los taxistas en ciudad, que por lo visto son inmunes a los mismos cuando son los que más horas están al volante".

VER ARTÍCULO COMPLETO EN ELPAIS.COM